Extraído
de B.N.Fanzine # 5 – El Archivo Manson
“No sería
hasta el Bebé de Rosemary, su quinta película, que el nombre del enano director
franco-polaco, alcanzaría la fama mundial. Además de un pase directo para
codearse con los grandes de la meca del cine en Hollywood. El Bebé de Rosemary sería
su largometraje más exitoso desde el Cuchillo en el Agua (1962) con el que
había obtenido una nominación a los premios de la Academia, como mejor film de
habla extranjera, arrebatado por muchísimos méritos más, por la cinta 8 ½ de Federico
Fellini. Pero, esta vez no sería así, el Bebé de Rosemary se quedaría con los
dos Oscar por los que había sido nominada; Ruth Gordon se llevó el Oscar a mejor
actriz de reparto, por su papel de la adorable bruja burgués Minie Castevets,
mientras que Roman Polanski se llevaría el Oscar por el mejor guión adaptado, basado
directamente en la novela, homónima, escrita por el escritor Neoyorkino Ira Levin. Polanski tratando de no alterar mucho
el plot de la novela, solo cambió un poco la psiquis de los personajes. Pero
más especialmente el de Rosemary Woodhouse (Mia Farrow) a quien dotó de un
aspecto psicopático y paranoico, en el que su personaje no sabe si las visiones
y cantos satánicos que escucha y le atormentan, son verdaderos o producto de
una alucinación.
La historia
comienza en la moderna Nueva York de los 60. Con Rosemary y su prometido John
Cassavetes (Guy Woodhouse) un mediocre actor, orgulloso y egoísta. La pareja
acaba de arrendar un apartamento en el edificio Brandford, planean mudarse muy
pronto; pero lo que la pareja más desea, es poder tener un bebé, Y están trabajando
para lograr su cometido en las noches, y es que ni más faltaba. Será precisamente,
en una de esas noches, en la que Rosemary
y John se tumban en la cama, Rosemary se duerme repentinamente, soñando que es copulada
por una bestia peluda, con ojos rojos, felinos. En medio de lo que parece ser un
aquelarre, acompañado de canticos que entonan brujas y brujos desnudos. A la
mañana siguiente, Rosemary se levanta adolorida. Presenta sobre su espalda,
señales de lo que parece ser una desenfrenada noche de sexo sadomasoquista. Pero
hay un problema, aquella noche lúbrica y satánica. Rosemary quedó en cinta y el
padre de la criatura es el mismísimo don Sata.
Roman y Mia |
Existe el rumor
de que Castle ofreció primero la película a Hitchcock, quién había declinado en
realizarla debido al tinte satánico y anti-cristiano que imperaba en la
historia. Tras numerosos casting en busca de los protagónicos, Roman trató con
varios actores de la talla de Jack Nicholson, Warren Beatty, Steve McQueen,
Tony Curtis, Paul Newman, entre otros, finalmente se decidió por el también
actor y director John Cassevetes, con el que afrontaría numerosos impases
durante el rodaje. Para el rol de Rosemary, Polanski pensó en su esposa, Sharon
Tate, pero sabía que de momento no disponía de la influencia suficiente para proponerla
como protagonista, el nombre de Jane Fonda estuvo también entre las opcionadas.
Así que finalmente, y por sugerencia de Castle; el papel fue dado a la joven
rubia de 22 años Mia Farrow, entonces esposa del cantante Frank Sinatra con el
que rompería durante la filmación, el papel de Rosemary se convertiría en el
mejor trampolín del que la Farrow pudo saltar en toda su carrera. El papel de
los aristócratas brujos, sería otorgado, como señalé inicialmente a la experimentada actriz Ruth Gordon, mientras
que el rol del brujo mayor esposo de Minnie, fue otorgado a un viejo amigo de
Castle: Sidney Blackmer como “Roman Castevets”.
Anton LaVey |
La mayor
parte del metraje fue rodado en Hollywood, en los estudios de la Paramount, a
excepción de algunos planos de exteriores rodados en un edificio situado en
Central Park de Nueva York, el edificio Dakota, famoso por haber tenido entre
sus huéspedes a inquilinos como Boris Karlorff, Judy Garland, Leonard Bernstein
o el ex -Beatle John Lennon, asesinado por un psicótico fan, a las afueras del
propio edificio. Se dice que al interior de la fachada del Dakota, han ocurrido
una docena de suicidios y de acontecimientos extraños, tanto así que muchos
piensan que el edificio está maldito. La Semilla del Diablo, el título
alternativo en español, popularizado por la editorial española Grijalbo, fue
una obligatoria referencia para los satanistas de la época, entre los que se
encontraba la inminente figura de Anton Szandor LaVey, papa negro y líder de la
iglesia de Satán de San Francisco/California, fundada 2 años antes en 1966, con
una creciente fuente de adeptos. LaVey se mofaba de haber sido contratado por
Polanski para la investigación para la película, inclusive decía haber
interpretado el papel del Diablo, en la secuencia de la zoofílica violación de
Rosemary; pero lo cierto es que el único vínculo verdadero de LaVey con la
película, fue su aparición en la premier que se hizo en Los Angeles. Eso sí,
LaVey adoró la película y no paró de vanagloriarla desde entonces, el
tratamiento de los satanistas significo una relectura que rompía con todos los
estereotipos asociados a los cultos satánicos: Grupos clandestinos, vestidos con
túnicas negras, brujas narizonas de escoba y caldero, dispuestas a practicarle un
cunnilingus al cuernudo. Los Satanistas de Polanski son personas comunes y
corrientes, que podrían ser nuestro doctor, nuestros padres, o el ejecutivo de
la bolsa, en otras palabras, Roman situó el horror de su película a la vuelta
de la esquina, en plena luz del día.
El Bebé de
Rosemary continuaría recaudando premios por los próximos 2 años. Anotaré que la
película dejó un sin sabor en la conservadora sociedad americana, que no
escatimó esfuerzos en culpar a la película del atroz futuro que le deparó al
director franco-polaco y a su esposa Sharon Tate con 8 meses de embarazo,
brutalmente asesinada por miembros de la familia Manson en Agosto del ’69, los
titulares de la prensa fueron tan desfasados, que muchos diarios y revistas
sensacionalistas, relacionaban el crimen con las amenazas de muerte, por parte
de radicales grupos religiosos, que Polanski recibió por haber hecho La Semilla
del Diablo, pero para sorpresa de muchos, los verdaderos móviles de los
crímenes eran más delirantes todavía y una cosa es segura, la fama de Polanski
signada por la tragedia siguió en aumento. El Bebé de Rosemary pasaría a la
historia como una de las películas más significativas del cine de terror
moderno. Todavía hoy retumba el macabro naneo del tema musical compuesto por
Komeda y cantado en realidad por la misma Farrow, naneo cuyas ondas musicales
tensan el aureola claustrofóbico del film.